Jesucristo es SEÑOR

(Hch.2:36)

Pedro, uno de los discípulos de Jesús, aprovecha la oportunidad para predicar a la multitud que se había reunido debido al derramamiento evidente del Espíritu Santo. La multitud estuvo asombrada de lo que veía y escuchaba. En su sermón, el primer sermón predicado después del derramamiento del Espíritu Santo, Pedro proclama a Jesús como SEÑOR y como el UNGIDO.

»Sépalo bien todo el pueblo de Israel, que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Cristo» (Hechos 2:36, RVC).

Una verdad que me llama la atención y que sobresale en la primera prédica de Pedro lleno del Espíritu Santo es la declaración que hace acerca de Cristo: “Dios lo ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:36). Él fue exaltado por el Padre y recibió del Padre la promesa del Espíritu Santo para derramarlo como ocurrió y ocurre (Hechos 2:33-35; Hechos 10:42-46; Hechos 11:15-17; Efesios 5:18-20). La declaración no es una declaración vacía o simplemente religiosa. Es una declaración segura, enfática y no permite ninguna duda. ¿Cómo vamos entonces a responder al Señor exaltado? ¿Con sumisión y obediencia o con rechazo y rebeldía?

Mire cómo presenta Pedro a Jesús en Hechos 10:42.43: juez de los vivos y de los muertos; dice, además, y por Su nombre, todo el que cree en Él recibe el perdón de los pecados (Romanos 14:13). El juez perdona.

También debemos recordar lo que nos dice Mateo 28:18-20. Hacemos discípulos en todas las naciones, porque Él tiene toda autoridad [-‘exousia’: dominio, poder, derecho, reino, gobierno (Thayer; Mounce)]. Nosotros no le damos el privilegio de ser Señor, porque nos salvó, sino porque es Señor y Juez nos puede ofrecer salvación legal, esto porque Él mismo pagó nuestra condena (Juan 4:22-27; Juan 17:2; Mateo 11:27; Lucas 1:32-33).

Aclaremos algunas cosas:

  • El Señor significa soberano, amo, dueño y Señor (Strongs). Este título expresa autoridad y soberanía. Cuando decimos que Jesús es Señor, estamos reconociendo su divinidad y Su igualdad con Dios Padre (Filipenses 2:9-11). Al confesar que Jesús es el Señor, reconocemos entonces su autoridad y su rol como el Salvador (Romanos 10:9). Jesús como Señor implica que tiene autoridad sobre la creación y sobre la iglesia; Él está por encima de todo y de todos (Colosenses 1:16-18; Mateo 8:23-27).
      • Jesús el Señor es la fuente de gracia y paz (2 Pedro 1:2).
      • Tomás reaccionó al ver al resucitado con ¡Señor mío y Dios mío! (Juan 20:28).
      • Él es Señor de todos (Hechos 10:36).
      • Él es el Señor de gloria (1 Corintios 2:8; Santiago 2:1).
      • Él es el Señor de señores y Rey de reyes (Apocalipsis 17:14).
      • Pedro nos llama a santificar a Cristo como Señor en nuestros corazones (1 Pedro 3:15).
      • Isaías dice: “Al SEÑOR de los ejércitos es a quien debemos tener por santo” (Isaías 8:13).
      • Pedro habla de la benignidad del Señor (1 Pedro 2:3; Salmo 34:8). El Señor no es un déspota, no abusa de Su autoridad, Él siempre quiere lo mejor para nosotros, Él es justo.
      • El Señor será revelado desde el cielo (2 Tesalonicenses 1:7; Apocalipsis 22:20; Marcos 13:35).
      • Jesús nuestro Señor es el gran Pastor (Hebreos 13:20).
      • El Hijo del Hombre es Señor (Marcos 2:28).
      • Todos confesarán que Jesucristo es Señor. Su señorío recibe un sello especial por Su amor, entrega y sacrificio (Filipenses 2:9-11).
  • Y Cristo significa el Ungido, el Mesías (Strongs). Jesús es llamado el Cristo, el Ungido (Mateo 1:16); y se identifica como profeta (Deuteronomio 18:15-19); como sacerdote (Salmo 110:4) y como Rey (2 Samuel 7:12-13). Los funcionarios siempre eran ungidos con aceite, un símbolo del Espíritu Santo. Jesús fue ungido con el Espíritu Santo para ejercer Su ministerio (Mateo 3:16; Marcos 1:10-11; Lucas 3:21-22; Lucas 4:18-19; Juan 1:32-33).

Notemos las siguientes verdades:

[1] Él es el Señor a quien nos debemos someter, a Él le tenemos que rendir cuentas. Jesucristo es quien marca las pautas, Él nos da mandamientos que debemos obedecer (Mateo 28:18-20). No somos nosotros los que decimos lo que es bien o mal en cuanto a valores, creencias, actitudes y acciones. Es Cristo quien determina la medida con la cual los humanos vamos a ser medidos. Él es el Cristo de los diez mandamientos y del Sermón del Monte (Salmo 119:128; Mateo 15:3-6; Romanos 6:1,15; 1 Timoteo 6:3-4; Apocalipsis 2:14-15; Apocalipsis 2:20; 1 Juan 2:3-4; 1 Juan 3:19-24).

“No piensen que he venido a anular la ley o los profetas; no he venido a anularlos sino a darles cumplimiento. Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido. Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos,  por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los practique y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos. Porque les digo a ustedes, que no van a entrar en el reino de los cielos a menos que su justicia supere a la de los fariseos y de los maestros de la ley.” (Mateo 5:17-20, NVI).

[2] Jesucristo es Señor, porque Dios Padre le ha dado toda autoridad para ser el Señor. Jesús afirma que toda autoridad en el cielo y en la tierra se le ha sido dada a Él (Mateo 28:18-20). En Hechos 2:36 leemos que Dios lo ha hecho Señor. El apóstol Pablo en su carta a los filipenses afirma que

Jesucristo ha sido exaltado a lo sumo y se le confirió el nombre sobre todos los nombres, esto porque fue obediente yendo a la cruz, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:5-11, NBLA).

[3] Por la resurrección, Jesús es confirmado Señor, y Él tiene las llaves de la muerte y de los infiernos (Apocalipsis 1:18). Jesús está sentado a la diestra del Creador. Él está por encima de todo poder, principado y autoridad. Y esto lo era y lo será por siempre (Efesios 1:20-21; Colosenses 1:16-17; Hebreos 13:8). Él ocupa el primer puesto, también en la iglesia (Colosenses 1:18) y es ante el que toda rodilla se doblará (Filipenses 2:10-11).

[4] En Mateo 8 a Mateo 9 vemos a un Jesús actuando como aquel quien tiene autoridad sobre las enfermedades, los demonios, la muerte, la naturaleza, y es Él quien puede perdonar los pecados (Marcos 9:25-27; Juan 11:44). Los milagros confirman Su poder y autoridad.

¿Qué significa esta verdad para mí en el día a día?

  • Pues primero significa que Él es quien dice cómo puedo ser salvo (Efesios 2:1-10; Romanos 10:8-11; Juan 3:1-16) y cómo debo vivir la vida, la vida que le agrada a Él (Mateo 28:18-20; Mateo 7:24-27; Mateo 13:3-9,18-23; Salmo 1:1-3; Efesios 5:15-18). La obediencia a Sus mandamientos es una expresión directa a Su amor y el reconocimiento de Su señorío (Juan 14:15; 1 Juan 2:3-6).
  • Pero también significa que en cualesquiera que sean las circunstancias en mi vida, Él tiene la última Palabra. Aceptamos Su soberana voluntad y le adoramos de todo corazón por Sus planes para nuestra vida. Él determina lo que experimento en mi vida, el tiempo que voy a vivir y mucho más. El apóstol Pablo, aquel gran predicador y escritor, también tuvo que aguantar un tiempo de quietud en la prisión, antes de volver a ser usado por Dios para completar unos planes especiales. José es otro ejemplo de los planes soberanos de Dios en su vida (Hechos 24:27; Hechos 16:25-26; Salmo 105:16-24; Génesis 50:19-21; Génesis 22). Jesús mismo aceptó la voluntad del Padre, por encima de Su voluntad personal (Mateo 26:39).
  • También nos llama a ser obedientes a Su misión, así como un soldado no lleva a cabo Sus planes, sino los que le da el capitán. Hacemos lo que a Él le agrada (2 Timoteo 2:3-4; Hechos 28:18-20). Nosotros oramos: venga Tu Reino, hágase Tu Voluntad; y no estamos en el plan de avanzar el reino nuestro. ¿O es que nos preocupa más nuestro reino, nuestros asuntos personales, nuestros planes, nuestro futuro, nuestra provisión? (Mateo 6:10; Lucas 12:16-21; Mateo 6:25-34). ¿Cómo afecta tal actitud nuestra vida? (Filipenses 3:18-20; Gálatas 5:16-26). Calculemos bien los costos.

Reflexión

  1. ¿Cómo está respondiendo a la autoridad de Jesús en su vida diaria? Reflexione sobre las áreas de su vida donde puede estar resistiendo la soberanía de Jesús y considere cómo podría someterse más plenamente a Su voluntad. Pregúntese si está viviendo conforme a los valores y mandamientos que Él ha establecido, o si está imponiendo sus propios criterios sobre lo que es correcto o incorrecto.
  2. ¿Cómo afecta su comprensión de que Jesús tiene la última palabra en todas las circunstancias de su vida? Piense en cómo enfrenta los desafíos y las incertidumbres. ¿Confía en que Jesús tiene el control y que su voluntad es soberana y perfecta? Examine si está buscando usar a Dios para cumplir sus propios planes o si está dispuesto a aceptar Su voluntad y adorarle, incluso cuando no coincide con sus deseos personales. Explique
  3. ¿Está comprometido con la misión de Jesús o más preocupado por sus propios planes y deseos? Evalúe en qué medida sus esfuerzos y preocupaciones están alineados con la misión que Jesús nos dio, de hacer discípulos y vivir conforme a Su voluntad. Pregúntese si sus prioridades reflejan un deseo de buscar primero el Reino de Dios y Su justicia, o si está más enfocado en sus propios asuntos y provisiones.

Mis apuntes

‘De tal manera…’ (Jn.3:16)

‘De tal manera…’ (Jn.3:16)

Ciertos versículos bíblicos, como Juan 3:16, son tan conocidos que, a veces, se recitan sin comprender su profundidad. Se convierten en frases vacías, clichés religiosos que pierden su impacto. La Biblia no es un libro de frases bonitas, sino una guía para vivir con propósito y significado. Acérquese a ella con un corazón abierto y dispuesto a aprender.

Batallando con la amargura (Rom.12:17-21)

Batallando con la amargura (Rom.12:17-21)

En nuestro andar con Dios las cosas no serán siempre fáciles. Sin embargo, si queremos ser gente que le sirve a Dios y al prójimo, si deseamos crecer en nuestra relación con Dios, no podemos olvidar cultivar un corazón sano y libre de amargura (Prov.4:23) y una relación íntima con Dios.

Enoc anduvo con Dios (Gn.5:24)

Enoc anduvo con Dios (Gn.5:24)

—Dígame con quién andas y yo te diré quién eres. “Y Enoc anduvo con Dios, y desapareció, porque Dios se lo llevó” (Gn.5:24) NBLA.

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