Un hombre sufriente escribe a sufrientes

(2 cor. 1:3-11)

Los sufrimientos siempre son un desafío. No importa si es una enfermedad, un accidente, una tragedia, la pérdida de un ser querido, un abuso, una tormenta, una época difícil o desértica o la misma muerte, siempre nos preguntamos: ‘¿Por qué a mí?’ Notemos las lecciones que el apóstol Pablo nos enseña —un hombre viviendo dificultades escribe a personas en dificultades:

Los sufrimientos siempre son un desafío. No importa si es una enfermedad, un accidente, una tragedia, la pérdida de un ser querido, un abuso, una tormenta, una época difícil o desértica o la misma muerte, siempre nos preguntamos: ‘¿Por qué a mí?’ Notemos las lecciones que el apóstol Pablo nos enseña —un hombre viviendo dificultades escribe a personas en dificultades:

Padre de misericordias y Dios de toda consolación —no olvidemos quién es Dios (2Cor.1:3)

El apóstol Pablo comienza el relato de sus sufrimientos extremos recordándonos quién es Dios: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, …” (2Cor.1:3-4) NBLA. En las dificultades no estamos abandonados. Dios, quien nos trata con misericordia y quien nos consuela, está pendiente y presente. Es en los momentos de tormentas que necesitamos a Dios, su presencia y ayuda. Podemos contar con Él. 

    • Dios es el Padre de misericordias (compasión, no le es indiferente cuando sufrimos). Él siente con los que están pasando por momentos dolorosos. Y Él, como buen Padre que es, no pasa por alto los sufrimientos de sus hijos. No es una misericordia, son misericordias (plural). Él siempre está pendiente de nosotros (Sal.86:15 / Dn.9:9 / Mic.7:8 / Mt.9:13,36 / Mt.20:30 / Ef.2:4 / Filp.2:27). Cuando uno de nuestros hijos o nietos corre hacia nosotros llorando, no dudamos en levantarlo y abrazarlo, ¿cuánto más va el Padre celestial a abrazar y cuidar a aquellos que corren hacia Él y que se dejan caer en su regazo? (Mt.7:7-11 / Lc.11:13).
    • Dios de toda consolación (‘parakleseos’ —llamar al lado, estar cerca). Dios brinda el soporte necesario, la ayuda, el consuelo y el ánimo. La consolación fortalece, afirma, fundamenta y perfecciona (1Pe.5:10) para poder avanzar en medio de las tormentas. La consolación de Dios nos capacita para manejar cualquier situación en la vida. La palabra consolación se usa 9 veces en el texto de 2Cor.1:3-7. Además, recordemos, el Espíritu Santo es el Consolador (Jn.14:15-18).

Podemos estar seguros de que Dios es el Padre de misericordias y Dios de toda consolación, porque Él es el Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien vino a este mundo para dar su vida en rescate por nosotros (Jn.3:16 / Rom.5:8 / Ef.2:4-7 / Sal.103:17). El Padre nos ama y desea lo mejor para nosotros —no solo una vez, siempre (Rom.8:31-39).

Dios nos consuela, nos equipa y nos hace mejores servidores —hay un propósito (2Cor.1:4-11).

Antes de seguir considerando lo que el apóstol nos enseña aquí, debemos notar que los sufrimientos son parte de la vida cristiana. Cristo sufrió y nosotros sus seguidores no estamos exentos de los sufrimientos. La Biblia menciona personajes como José, Moisés, Job, el pueblo de Israel, Elías, David, el apóstol Pablo, la primer iglesia —todos vivieron momentos de grandes desafíos, de tormentas, de desiertos, de dolores, de sufrimientos (Mt.14:22-33 / 2Tim.2:8-10 / 2Cor.11:23-28 / 1Cor.12:7-9 / 2Tim.3:12 / Col.1:24 / Sal.105:17-22). No nos deben sorprender los sufrimientos y las dificultades. 

En todas nuestras dificultades (tribulación, persecución, padecimiento) Dios nos consuela. Pablo está hablando de dificultades que son una carga difícil de llevar, una carga que quiere aplastarnos. La palabra ‘thilipsei’ – dificultades, aparece en 2Cor.1:3-7 cuatro veces. El apóstol Pablo no está hablando solamente de sus tribulaciones, también de las nuestras. Además, nos recuerda que Dios no está lejos. Él va con nosotros cuando estemos pasando por el valle de sombra de muerte (Sal.23 / Mt.14:22-33 / Mt.28:20 / Mt.1:23).

Observemos las siguientes lecciones importantes relacionadas con los sufrimientos. Dios tenía y tiene un propósito con los sufrimientos. Dice el texto bíblico: “a fin de…”. 

    • El propósito de los sufrimientos es llevarnos a depender de Dios y no de nosotros mismos (2Cor.1:8-10). Dios es quien tiene el poder de resucitar a los muertos. Aunque enfrentemos aflicciones y no necesariamente podamos siempre esperar ser liberados de ellas, nuestra esperanza debe residir en la resurrección de los muertos y en el poder de dios y Su gracia —Dios manifiesta su poder en nuestra debilidad (2Cor.12:7-9 —espina en la carne). Incluso ante la posibilidad de morir debido a las aflicciones y dificultades, comprendemos que la muerte no es el fin, ya que al ver más allá de lo pasajero, confiamos en la resurrección. La clave para seguir adelante y permanecer firmes radica en esta esperanza, que no se basa en palabras vacías o trucos religiosos, sino en la profunda confianza en Dios y en sus promesas de una vida en su presencia para todo aquel que cree en Jesucristo. 

No es la fe en nosotros mismos la que nos da verdadera esperanza, ni la fe en algo indefinido, sino la fe en Dios quien es poderoso para resucitar a los muertos y para hacer una obra maravillosa en y a través de nosotros. El hombre no se puede salvar a sí mismo (2Cor.4:7-12 / 1Cor.15:32 / 2Cor.3:5 / 2Cor.12:7-10 / Prov.28:26 / Jer.17:5-7 / Lc.18:9 / Rom.4:17-25 / Hebr.11:17-19).

La confianza en Dios debe ser una confianza de todos los días. Dice: “… el cual nos libró de tan gran peligro de muerte y nos librará, y en quien hemos puesto nuestra esperanza de que Él aún nos ha de librar, …” (2Cor.1:10) LBLA.

    • Según los sufrimientos, así son las consolaciones: “Pues, cuanto más sufrimos por Cristo, tanto más Dios nos colmará de su consuelo por medio de Cristo” (2Cor.1:5) NTV. No importa cuán terribles sean las tormentas y los sufrimientos en la vida, Dios nos consuela por medio de Jesucristo. No hay sufrimiento tan grande que el consuelo de Dios no alcance. La muerte fue vencida. Si Jesús resucitó, nosotros tenemos esperanza de experimentar el poder que resucitó a Cristo, ahora y en la resurrección de los muertos.
    • Los sufrimientos nos enseñan a quitar la mirada de nosotros mismos y ver al prójimo en sus aflicciones, y entonces extender las manos para ayudar. El que sufre corre el peligro de fijarse solo en sí mismo y de llamar la atención de otros o de amargarse.
      • El poder de los sufrimientos y del consuelo de Dios experimentado es que este nos empodera para consolar a otros. Acerca de Jesús leemos lo siguiente: “Debido a que él mismo ha pasado por sufrimientos y pruebas, puede ayudarnos cuando pasamos por pruebas” (Hebr.2:18) NTV.
      • Dios nos consuela en nuestras tribulaciones para aprender a consolar a otros (2Cor.1:4 / Sal.66:16 / 1Tes.4:18 / 1Tes.5:11). Las tormentas nos hacen más sensibles a las necesidades de otros y nos hacen mejores consejeros —algo diferente a los consejeros de Job.

Finalmente, notamos que los sufrimientos personales, como también los de otros, nos enseñan a orar y a dar gracias a Dios (2Cor.1:11). Las oraciones de los creyentes le ayudan al sufriente a experimentar victoria en medio de las aflicciones. Cuando el creyente sufriente es fortalecido y liberado, cuando vemos que nuestras oraciones son contestadas, esto lleva a que todos alaben a Dios. Cuando el agua nos llega al cuello no debemos avergonzarnos y dejar de pedir a creyentes que nos acompañen con sus oraciones —Pablo pedía a los creyentes que se unieran a él en oración. En medio de todo lo que podamos darle a otro, nuestras oraciones son un elemento de suma importancia (Rom.15:30-31 / Ef.6:18 / Filp.1:19 / Col.4:12 / Stg.5:16).

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Reflexión

[1] ¿Cuál es la lección más importante que ha aprendido al estudiar este mensaje?

[2] ¿Los sufrimientos te llevan a buscar más a Dios o más bien te alejan de Él? Explique. ¿Qué pensamientos o actitudes debe cambiar?

[3] ¿Sabe de alguien que está pasando por aflicciones y sufrimientos? ¿Cómo puede orar por esta persona?

[4] Si usted está pasando por un momento difícil, ¿por qué no pide que otros oren por usted?

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