Desiertos – sus propositos divinos

(Dt.8:2-6)

Los desiertos, en un sentido espiritual, se refieren a períodos o situaciones difíciles y desafiantes que una persona puede enfrentar. Estos desiertos se pueden caracterizar por ser tiempos espiritualmente secos, faltos de visión y faltos de inspiración. ¿Cómo entenderlos?

“Y te acordarás de todo el camino por donde el SEÑOR tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no Sus mandamientos. Él te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que tú no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender que el hombre no solo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del SEÑOR. Tu ropa no se gastó sobre ti, ni se hinchó tu pie durante estos cuarenta años. »Por tanto, debes comprender en tu corazón que el SEÑOR tu Dios te estaba disciplinando, así como un hombre disciplina a su hijo. Guardarás, pues, los mandamientos del SEÑOR tu Dios, para andar en Sus caminos y para temerlo” (Dt.8:2-6) NBLA.

Los desiertos, en un sentido espiritual, se refieren a períodos o situaciones difíciles y desafiantes que una persona puede enfrentar. Estos desiertos se pueden caracterizar por ser tiempos espiritualmente secos, faltos de visión y faltos de inspiración. Además, pueden estar marcados por la soledad y la falta de amistades valiosas, pueden implicar escasez económica y falta de oportunidades, un desierto en la vida implica también enfrentar pruebas y adversidades. Estas circunstancias pueden poner a prueba la fe, la paciencia y la resistencia de una persona (Jer.2:6).

Los desiertos en la Biblia son un tema muy común. 

Los momentos de desiertos son algo frecuente en la vida de las personas que siguen a Dios. No estamos solos en ese proceso. Solo tenemos que recordar algunos ejemplos:

    • El mismo Jesús, una vez lleno del Espíritu Santo, fue guiado por el Espíritu Santo al desierto. Allí pasó Jesús 40 días ayunando, sufrió todas las inclemencias de ese ambiente, y además enfrentó al diablo. Sin embargo, Él no regresó derrotado, sino en el poder del Espíritu Santo (Mt.4:1 / Mr.1:12-15 / Lc.4:1-15). 
    • Job, aquel hombre intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal (Job 1:1) perdió en corto tiempo todas sus posesiones, sus hijos, su salud y el apoyo de su esposa. Los amigos lo acusaban de tener pecados secretos. Job sí que pasó por adversidades y desiertos: “Voy hacia el oriente, pero él no está allí; voy hacia el occidente, pero no puedo encontrarlo. No lo veo en el norte, porque está escondido; miro al sur, pero él está oculto” (Job 23:8-9) NTV. Cómo sea, Dios es Emanuel: Dios con nosotros. Sin embargo, estos sentimientos de soledad e incertidumbre son muy reales en tales circunstancias. 
    • El apóstol Pablo escribe desde la cárcel y nos anima: “En mi primera defensa nadie estuvo a mi lado, sino que todos me abandonaron; que no se les tenga en cuenta. Pero el Señor estuvo conmigo y me fortaleció, a fin de que por mí se cumpliera cabalmente la proclamación del mensaje y que todos los gentiles oyeran. Y fui librado de la boca del león. El Señor me librará de toda obra mala y me traerá a salvo a Su reino celestial. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (2Tim.4:16-18) —También podemos leer las siguientes citas que confirman esta verdad: Mt.1:23 / Mt.28:20 / Hebr.13:5 / Dt.31:6 / Jos.1:5 / Sal.37:25 / Is.41:17 / Sal.23. El apóstol Pablo vivió muchos momentos de desierto en su vida y ministerio que le enseñaron a depender totalmente de la gracia de Dios (Hch.16 / Hch.19:23-33 / Hch.21:27-36 / Hch.27:9-26 / Filp.4:10-14).
    • El pueblo de Israel fue liberado por Dios de la esclavitud en Egipto, y luego fue llevado por Dios al desierto. El desierto se tornó en un lugar de desafíos, de pruebas y de adversidades que debían ser superadas para luego poder entrar a la tierra prometida —Israel llega a ser un ejemplo para nosotros de lo que hay que tener en cuenta cuando pasamos por un desierto (1Cor.10:1,11 / Stg.1:2-4 / Mt.5:10-12 / Hch.5:41 / Rom.8:17-18,35-37 / 2Cor.12:9-10 / 1Pe.4:13-16 / Hch.16:24-25). El desierto no es la meta del recorrido. La tierra prometida donde fluye la leche y la miel nos debe animar en el desierto a seguir firmes, a cuidar nuestro corazón, a cambiar a la imagen de Cristo y servir con dedicación a Dios (Hebr.12:1-3).
    • La experiencia de José. Un joven a quien Dios le da unos sueños, es envidiado y odiado por sus hermanos, luego es vendido a Egipto donde sufre falsas acusaciones de parte de la mujer de Potifar, es echado a la cárcel, es olvidado por el copero a quien le había ayudado a entender el sueño que había tenido. A pesar de la oscuridad y los momentos difíciles vividos, él cuidó su corazón, no se amargó, no adulteró. Siempre estuvo enfocado en Dios. El temor a Dios lo guio en todo momento, y finalmente salvó a dos naciones de la muerte por hambruna (Gn.37:5-28 / Gn.39:19-20 / Gn.40:23 / Gn.41:40 / Gn.50:15-21). Fue Dios quien envió a José a Egipto —Dios permitió estas circunstancias—, Dios lo puso a prueba y lo hizo un instrumento especial para salvar a dos pueblos de la muerte por hambruna (Sal.105:17-22).
    • Abraham, después de recibir una palabra de Dios que le anunciaba que iba a ser el padre de una gran nación (Gn.12:1-3), se enfrentó al problema de la vejez, su esposa no le había podido dar un hijo y además dudaba de lo que Dios le había prometido (Gn.15:1-5 / Gn.16:1-2 / Gn.17:15-16 / Gn.18:11-12). Abraham esperó muchos años por el niño prometido (Gn.21:1-7), y cuando finalmente lo recibió Dios le pide que lo sacrifique (Gn.22:1-19). La visión de una nación de multitudes, y después de un desierto de muchos años, comienza a hacerse realidad. Abraham no vio las multitudes durante su vida, vio apenas el inicio de algo más grande que Dios iba a ir formando.
    • Moisés, quien fue criado en los palacios del faraón egipcio . Allí entiendió que Dios lo tenía para liberar al pueblo de Israel de la esclavitud. En su primer intento por liberar al pueblo mató a un egipcio y tuvo que huir al desierto. Allí pasó mucho tiempo pastoreando ovejas, hasta vivir un encuentro con Dios que cambió su vida —allí aprendió a confiar en Dios y no en sus propias fuerzas y capacidades. El tiempo en el desierto lo hizo un hombre humilde (Ex.2:11-25 / Ex.3:1-4).
    • David fue ungido por Dios para ser el próximo rey, sin embargo, el rey en ejercicio, Saúl, lo persiguió para matarlo; David tuvo que huir y ocultarse en el desierto —fue allá donde escribió algunos de los salmos muy apreciados. Allí aprendió a esperar en Dios (1Sam.16:12-13; 2Sam.5:4 / 2Sam.30:1-6 / Sal.69:13 / Sal.31:15 / Sal.38:15). 
    • El apóstol Juan recibió una revelación, la “Revelación de Jesucristo” (Apoc.1:1) NBLA, en la isla de Patmos, en el destierro y en medio de grandes tribulaciones, todo  “por causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús” (Apoc.1:9) NBLA.

Los desiertos nos motivan a buscar a Dios

En momentos de desierto espiritual podemos sentir que estamos distantes de Dios o que Él parece estar ausente. Los desiertos nos motivan a intensificar la búsqueda de Dios, nos ayudan a entender nuestra dependencia de Dios, a rendirnos más profundamente a Él, y a confiar en Su guía y ayuda para superar los desafíos. “Oh Dios, tú eres mi Dios; de todo corazón te busco. Mi alma tiene sed de ti; todo mi cuerpo te anhela en esta tierra reseca y agotada donde no hay agua” (Sal.63:1) NTV.  —lea también: Sal.42:1-2 / Sal.78:34 / Os.5:15 / Mt.6:33 / Jn.7:37). Cuando nos acercamos a Dios, Él se acerca a nosotros (Stg.4:3-8).

Los desiertos son momentos de prueba y promotores de crecimiento

Los desiertos son momentos y ocasiones de prueba y son necesarios. Sin embargo, en esos momentos corremos el peligro de quejarnos, de murmurar, de tomar decisiones equivocadas, de dejar la fe y de apartarnos de Dios (1Cor.10:1-12). Es después de la tormenta, —si respondemos a ella correctamente—, que nos damos cuenta de que hemos crecido espiritualmente, que ahora conocemos mejor a Dios, que somos más estables emocionalmente, que nos hemos vuelto mejores personas y mejores servidores (2Cor.1:4 / Sal.34:2-6).

Los desiertos son catalizadores para el crecimiento personal, espiritual y emocional. Ellos proporcionan un entorno propicio para la reflexión y la reevaluación de la vida, y finalmente nos pueden ayudar a ser más fructíferos. En los momentos difíciles podemos reconsiderar nuestras prioridades, metas y valores, y reordenar o redirigir nuestra vida. La verdad es que los desiertos no son el final del camino, sino una etapa en el viaje hacia la renovación, restauración, purificación, corrección, madurez y fortalecimiento. Ellos nos hacen más sensibles y mejores consejeros (Dt.8:2 / 2Cor.4:17 / Rom.5:3-5 / Rom.8:28 / 2Cor.1:3-4). 

En los desiertos Dios no está lejos

Siempre debemos recordar que Dios no nos abandona mientras pasamos por el desierto —aunque nuestros sentimientos y emociones nos quieran convencer de lo contrario. Cuando el apóstol Pablo habla de sus sufrimientos, menciona primero a Dios y Sus características: ‘Padre de misericordias y Dios de toda consolación’ (2Cor.1:3). Recordemos, Dios nunca abandonó a Israel, a pesar de sus desobediencias y fracasos. Aun en sus debilidades vencían a los enemigos. Dios les ayudó a obtener la victoria (Nm.21:21-25 / Nm.31:1-11 / Nm.21:33-35). Dios les proveyó maná y sus ropas no se desgastaron, fueron guiados y protegidos en el desierto; a pesar de sus rebeliones, su falta de fe y fidelidad a Dios (1Cor.10:1-4). Dios busca darnos la victoria (Rom.8:33-39 / Sal.107:35-37 / Sal.84:5-7). La palabra disciplinar que aparece en Dt.8:5 tiene la idea de amonestar, dirigir, formar, instruir, lavar; no tiene la idea de destruir o causar la muerte, sino de encaminar por la senda de la vida (Prov.19:18 / Hebr.12:7-10).

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manantiales refrescantes

“Convirtió el desierto en fuentes de agua, la tierra seca en manantiales; hizo habitar allí a los hambrientos, y ellos fundaron una ciudad habitable. Sembraron campos, plantaron viñedos, obtuvieron abundantes cosechas” (Sal.107:35-37) NVI.

“Qué alegría para los que reciben su fuerza del SEÑOR, los que se proponen caminar hasta Jerusalén. Cuando anden por el Valle del Llanto, se convertirá en un lugar de manantiales refrescantes; las lluvias de otoño lo cubrirán de bendiciones. Ellos se harán cada vez más fuertes, y cada uno se presentará delante de Dios en Jerusalén” (Sal.84:5-7) NTV.

Reflexión

[1] ¿Cuál es la lección más importante que ha aprendido al estudiar este mensaje?

 [2] ¿Cuál es el área en su vida que requiere ahora de trabajo, de cambios, de atención? Sea específico.

 [3] ¿Qué pasos específicos va a dar para aplicar las lecciones aprendidas durante este mensaje? ¿Cuándo lo hará?

 [4] Concluya sus reflexiones anotando una declaración de compromiso:

 [5] ¿Cómo puede orar la iglesia (el grupo) por usted considerando las lecciones que aprendió?

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