La mujer con flujo de sangre

(Mr. 5:24-34)

Si no fuera por Jesús, la mujer con el flujo de sangre no pararía de sufrir

(Mr.5:24-34)

Los Evangelios nos presentan muchas historias de Jesús acercándose a las personas con necesidades y que frecuentemente no eran atendidas por los líderes o la gente a su alrededor. A Jesús lo movía Su compasión (Mt.14:14 / Mt.15:32 / Mr.6:34 / Hebr.4:15 / Hebr.5:2). 

Jesús tiene un profundo deseo de tener una relación con cada humano y le duele cuando los humanos están pasando por dificultades, necesidades, dolores, rechazo, abandono. Jesús no solo tiene compasión teórica. Él busca ayudar prácticamente -el anduvo por ciudades y aldeas, pide por obreros, envía obreros, muere por los pecadores y los rescata de la muerte (Mt.9:35-38 / Mt.11:28-30 / 1Tim.2:1-4 / Jn.3:16).

En la historia de Mr.5:21-43 encontramos en realidad dos historias que nos hablan de cómo practicaba Jesús la compasión. Tenemos la historia de la mujer con el flujo de sangre y la historia de la hija de Jairo. Jairo era un líder de la sinagoga.

“Cuando Jesús pasó otra vez en la barca al otro lado,…” (Mr.5:21) NBLA. ¿Otra vez? ¿Cuándo fue la primera vez que salió en una barca y a dónde fue? Tenemos que revisar la historia. En Mr.4:35 leemos que él fue con Sus discípulos al otro lado del lago, a la región de los gadarenos (Mr.5:1). En el viaje calmó una tormenta y en tierra liberó a un endemoniado. El liberado quiere ahora ir con Jesús, pero Jesús, a quien se le pidió que abandonara la región, envía al liberado a compartirle a su gente lo que Jesús hizo en su vida (Mr.5:1-20). Fue un largo viaje, ‘solo’ para liberar a un endemoniado. Tanto esfuerzo y tiempo por ministrar a una persona en gran necesidad.

Ahora, de regreso a Capernaúm, Jesús es rodeado por una gran multitud. Sin embargo, en medio de la multitud, aparecen dos casos a los cuales Jesús les pone atención: la mujer con el flujo de sangre y a Jairo, quien estaba muy preocupado por su hija enferma.

Observemos primeramente la historia de la mujer con el flujo de sangre. Ya llevaba muchos años (12) con esa enfermedad que nadie y nada podía controlarla. Muchos médicos trataron de ayudar a esta mujer, sin embargo, ella había empeorado. La enfermedad la llevó a la ruina económica. 

Esa enfermedad no solamente la mantenía debilitada físicamente, sino que ahora también era considerada impura, lo que le impedía participar de los cultos a Dios y de la comunión cercana con otros – un caso serio de distanciamiento social y religioso. Ella, una mujer, en una sociedad en la que las mujeres no tenían mucho valor y con esa enfermedad tenía suficientes motivos para caer en gran desesperación y depresión. La lista de sufrimientos era larga (Lv.15:25-27). 

Qué desesperación: años buscando ayuda, tremendos gastos económicos, marcada por la sociedad …  y la ayuda parecía cada día más lejos. 

¿A dónde ir con ese paquete de problemas?

Esta mujer había escuchado de Jesús y de cómo este sanaba a los enfermos. ¿Quién le habló de Jesús? 

Esta historia me recuerda a la chica quien como trofeo de guerra y en cautiverio le contó a la familia desesperada de Naamán, el comandante del ejército de Aram, que en Israel había una posible cura para su lepra. Naamán visita luego al profeta en Israel, allí es sanado y se convierte en un adorador del Dios de Israel. La chica le había contado (2Re.5).

Es obvio que al escuchar semejante mensaje surge la esperanza. ¿Pero cómo acercarse a Jesús? Las multitudes apretujaban a Jesús; tampoco había muchas opciones para una cita personal con él. Además, Jesús estaba en camino a atender otro caso. 

¿Y cómo acercarse a Jesús sin crear alboroto y una posible expulsión? ¿Puede una mujer calificada como inmunda acercarse a Jesús quien estaba rodeado de una multitud? Asunto complicado.

Sin embargo, ésta era su última esperanza. Ella había probado todo lo que el mundo le ofrecía como una cura, pero nada ayudó verdaderamente. Si Jesús no le ayudaba, nadie lo iba a hacer.  

Ahí estaba la oportunidad. Ella se arma de valor, supera el temor, vence las barreras y se acerca a Jesús pensando: “Si tan sólo toco Sus ropas, sanaré”. 

No, no fue el toque en sí ni fue el manto, es la fe en el Poderoso. Y aunque parecía una sanidad ‘robada’, Jesús confirma que de Él salió poder y finalmente consuela a la mujer diciéndole: “Hija, tu fe te ha sanado. Ve en paz. Se acabó tu sufrimiento” (Mr.5:34). 

Muchos apretujaban a Jesús (la gente podía estar cerca de Jesús) y no recibieron nada, pero ella, quien lo tocó tímidamente por fe y en gran expectativa, recibió sanidad inmediata y su vida cambió. Ella se conectó con la fuente de verdadero poder y de vida eterna. Ella se conectó con Jesús fuera del templo – aquel lugar considerado “especial” al cual tenía que acudir la gente que deseaba adorar a Dios considerando procedimientos específicos, un lugar con gente “apartada y especial” que manejaba los procedimientos del culto (los sacerdotes), y siguiendo una práctica específica de la religión (ritos y sacrificios). Jesús cambia este concepto y sale del lugar “especial” para encontrar a la gente que requiere del toque de Dios.

Según las reglas esta mujer era impura y no podía acceder a la adoración en el templo. Sin embargo el templo vivo, JESÚS, viene a donde ella está (Jn.1:14 / Apoc.21:3).

oremos

PADRE ETERNO, a veces nos creemos la fuente que tiene todas las respuestas para los problemas de la gente, pero como los médicos en esta historia – que respetamos y por los cuales estamos muy agradecidos -, nuestros alcances y ayudas son limitadas. 

No sabemos quién haya sido la persona que le contó a esta mujer de Jesús, sin embargo, quiero seguir su ejemplo; quiero ser alguien quien le muestra a la gente el camino a Jesús, quien tiene compasión por los necesitados y es la solución verdadera. 

El camino está marcado de decepciones si pensamos que son las personas o las cosas las que nos dan la última solución a nuestros problemas y las respuestas a nuestras preguntas. Ayúdanos a ver que las respuestas definitivas a nuestras necesidades más profundas las tienes solo Tu. Y la necesidad más grande que tenemos es la salvación y solo Tú nos puedes dar vida eterna por medio de Jesucristo.

El protagonista eres Tú Oh Dios – no importa si mi nombre es mencionado o no – Padre, quiero ser Tu embajador fiel quien conecta a la gente necesitada del toque eterno con la fuente de poder y de vida, con JESÚS.

Reflexión

[1] ¿Cuál es la lección más importante que ha aprendido al estudiar este mensaje?

 [2] ¿Cuál es el área en su vida que requiere ahora de trabajo, de cambios, de atención? Sea específico.

 [3] ¿Qué pasos específicos va a dar para aplicar las lecciones aprendidas durante este mensaje? ¿Cuándo lo hará?

 [4] Concluya sus reflexiones anotando una declaración de compromiso:

 [5] ¿Cómo puede orar la iglesia (el grupo) por usted considerando las lecciones que aprendió?

Mis apuntes

Liderazgo Eclesial – Pastores como Dios quiere (1Pe.5:1-4)

Liderazgo Eclesial – Pastores como Dios quiere (1Pe.5:1-4)

La labor del liderazgo pastoral, según el apóstol Pedro, debe caracterizarse por la humildad, el servicio voluntario y el sincero deseo de cuidar y guiar al rebaño de Dios. Los pastores deben seguir el ejemplo de Jesús, el Buen Pastor, protegiendo y fortaleciendo a las ovejas, y liderando con integridad y amor.

Liderazgo Eclesial – Pastores (Hechos 20:28-31)

Liderazgo Eclesial – Pastores (Hechos 20:28-31)

El pastoreo en la iglesia es una responsabilidad sagrada, establecida por el Espíritu Santo, y requiere de líderes que vivan en integridad, cuiden su propio testimonio y velen por la salud espiritual de la congregación, protegiéndola de las amenazas doctrinales y guiándola con dedicación y amor.

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