La comunión fraternal

(Hch.2:42)

El segundo factor que marcó la vida de la iglesia en Hechos y la convirtió en una iglesia en movimiento es la comunión fraternal. En los primeros días de la iglesia primitiva, la comunión fraternal no era solo un sueño o un rito religioso, sino una forma de vida arraigada en el corazón de los creyentes. En el libro de los Hechos, se describe cómo aquellos que aceptaron la palabra de Dios fueron bautizados y se unieron en comunidad, perseverando en la doctrina de los apóstoles, compartiendo el pan y participando en la oración (Hechos 2:41-42).

“Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados, y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:41-42, RV 1995).

El segundo factor que marcó la vida de la iglesia en Hechos y la convirtió en una iglesia en movimiento es la comunión fraternal (consulte mis apuntes sobre el primer factor mencionado). En los primeros días de la iglesia primitiva, la comunión fraternal no era solo un sueño o un rito religioso, sino una forma de vida arraigada en el corazón de los creyentes. En el libro de los Hechos, se describe cómo aquellos que aceptaron la palabra de Dios fueron bautizados y se unieron en comunidad, perseverando en la doctrina de los apóstoles, compartiendo el pan y participando en la oración (Hechos 2:41-42).

Este principio de comunión fraternal, expresado a través de la palabra griega “koinonia”, abarca mucho más que simples encuentros sociales. Implica compartir valores, intereses y, sobre todo, la fe en Cristo. Es una asociación cercana y una ayuda mutua que trasciende los límites de la vida individualista. La comunión fraternal no solo fortalece la fe individual, sino que también fortalece la comunidad de creyentes como un todo.

Fue precisamente esta característica la que hizo a la iglesia tan atractiva para la comunidad en la que estaba inserta (Hebreos 10:24-25 / Hebreos 13:16 / Romanos 15:26 / 2 Corintios 8:4 / Gálatas 2:9 / 1 Juan 1:7). 

Jesús dijo que la marca de un verdadero discípulo es el amor mutuo: “Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros; que como yo los he amado, así también ustedes se amen los unos a los otros. En esto conocerán todos que son mis discípulos, si tienen amor los unos por los otros” (Juan 13:35, NBLA). Este amor práctico entre personas de diferentes trasfondos y estratos sociales hizo a la iglesia una comunidad especial y atrajo a los no creyentes.

El mensaje de Cristo lleva a las personas a una relación íntima con Dios Padre, pero también a establecer relaciones entre los creyentes (Romanos 15:7 / Mateo 10:40 / Marcos 9:37 / 1 Juan 1:1-10). El Evangelio no se limita a lo personal, también tiene dimensiones sociales y comunitarias (2 Corintios 13:14 / Filipenses 2:1 / Efesios 4:3). Abrazar el Evangelio implica integrarse en una comunidad donde se cultivan relaciones interpersonales saludables, se practica la responsabilidad mutua y a través de la cual se lleva a cabo el ministerio hacia el mundo.

El creyente debe estar conectado a una comunidad cristiana para crecer y servir junto a otros (Gálatas 6:2,10 / Romanos 12:10 / 1 Corintios 14:26 / Hebreos 10:24-25). Los dones alcanzan su máximo potencial cuando se utilizan en comunidad (1 Corintios 14:12,26 / 1 Corintios 12:8-10 / 1 Tesalonicenses 5:11). Los cristianos son personas que viven en comunidad (Efesios 2:19). Nos necesitamos mutuamente para crecer, madurar y servir como cristianos (Efesios 4:10-16).

Características de la comunión cristiana:

Para el viaje debemos estar bien acompañados:

La vida cristiana es un viaje, donde necesitamos estar en comunión con Jesús y con otros creyentes para alcanzar nuestras metas espirituales. Y bien dijo Larry Crabb: ‘La iglesia es una comunidad de gente que se encuentra en un viaje a Dios’. La iglesia en movimiento entiende que para cumplir la misión va a requerir de relaciones interpersonales, del cuerpo llamado Iglesia que interactúe en unidad y con propósito para llegar a ser como Jesús y hacer lo que Jesús hizo. El hombre no fue creado para estar solo (Génesis 2:18). Debemos asegurarnos de estar bien acompañados (Salmos 1:1-3 / Proverbios 1 / 1 Corintios 15:33 / Proverbios 13:20 / 2 Pedro 2:2 / 1 Corintios 12:7 / Efesios 4:7-16 / 1  Pedro 4:10-11).

Comunidad de adoradores, centrada en Cristo

La comunión cristiana se caracteriza por ser una comunidad de adoradores del verdadero Dios, centrada en Jesucristo y unida por el Espíritu Santo (Salmo 89:15 / Juan 14:21-23 / 2 Corintios 13:14). La comunión bíblica está fundamentada en Cristo como el eterno revelado, quien murió y resucitó para darnos vida eterna (1 Juan 1:1-10 / 1 Juan 2:18-29 / Salmo 97:11 / Romanos 13:12 / Efesios 5:8). En ese orden de ideas: La participación en la Cena del Señor es un acto de comunión fraternal en el que recordamos que el centro de la iglesia es Cristo crucificado y resucitado, y quien nos une. Este es un momento para renovar nuestro compromiso con Cristo y con su cuerpo, que es la Iglesia.

Vivir en la luz

Vivir en comunión implica armonizar nuestras vidas con los mandamientos de Dios y con la verdad que Él ha revelado (2 Juan 1:4 / 3 Juan 1:4). La comunión cristiana se fundamenta en vivir en la luz de Cristo, manteniendo una conciencia limpia y obedeciendo los mandamientos de Dios. Si una persona no permanece en comunión con Cristo ni desea vivir en la luz, entonces la comunión bíblica con esa persona no será posible.

Cultivar la paz y el perdón

La comunión se fortalece cuando cultivamos la paz, perdonamos a aquellos que nos han ofendido y nos reconciliamos con ellos (Lucas 17:3-4 / Mateo 6:12-15 / Marcos 11:25-26 / Mateo 18:21-35 / Efesios 4:32). Cuando las relaciones se deterioran debido a que alguien nos ha herido, rechazado o maltratado, se nos llama a proteger nuestro corazón y perdonar a quienes nos han ofendido (Lucas 17:3-4 / Mateo 6:12-15 / Marcos 11:25-26 / Mateo 18:21-35 / Efesios 4:32 / Colosenses 3:13 / Romanos 12:17-21 / 2 Corintios 2:7 / 1 Pedro 3:8-9 / Filipenses 4:2-3). En el Antiguo Testamento, José fue maltratado por sus hermanos y por otros (Génesis 37 a Génesis 50). La comunión entre los hermanos fue completamente restaurada en el momento en que pidieron perdón y cuando José declaró el perdón (Génesis 50:19-20).

Ayuda mutua y servicio: 

La comunión fraterna implica ayudarnos mutuamente, animarnos, orar juntos, servirnos practicando nuestros dones y contribuir a las necesidades de los demás (Hebreos 10:24-25 / Hechos 1:13-14 / Romanos 12:8 / 1 Tesalonicenses 5:11 / Hebreos 10:24-25 / Hechos 1:13-14 / Hechos 16:16 / Hebreos 3:13 / Romanos 12:8 / 1 Corintios 14:3 / 1 Tesalonicenses 5:11 / Efesios 4:10-16). La comunidad cristiana debe tener una actitud abierta y generosa hacia los necesitados, tanto en aspectos materiales, emocionales como espirituales (Hechos 9:36-43). La comunión fraternal proporciona un entorno en el que los creyentes pueden edificarse mutuamente, fortalecerse en la fe y crecer espiritualmente —involucrados en el discipulado, Haciendo discípulos que hacen discípulos (1 Tesalonicenses 5:11).

Unos para con otros:

La comunión bíblica consiste en la práctica de la dinámica de los unos para con los otros. La expresión ‘unos a otros’ aparece 58 veces en el Nuevo Testamento – algunos de estos ‘unos a otros’ son repetidos. Sin embargo, es esta la dinámica cristiana que fortalece y edifica al cuerpo. La iglesia solo alcanzará su pleno potencial cuando sea una comunidad unida en el amor del Padre celestial y en el propósito de la Misión (Romanos 12:5 / Romanos 12:10 / Romanos 15:5-7 / Romanos 15:14 / Romanos 16:3-6,16 / Gálatas 5:13 / Gálatas 5:26 / Gálatas 6:2 / Efesios 4:2 / Efesios 5:21 / 1 Tesalonicenses 5:11 / Juan 13:35 / Romanos 1:12 / 1 Corintios 11:33 / 1 Corintios 12:25 / 1 Corintios 16:20).

En resumen, la comunión cristiana implica una conexión profunda con Dios y con otros creyentes, viviendo en la luz de Cristo, cultivando la paz y el perdón, y sirviendo y ayudando mutuamente, especialmente a aquellos que están en necesidad. La comunión fraternal y el culto corporativo no se concentra en reunir gente en un salón grande o en casas, sino más bien en conectar a los creyentes y facilitar la dinámica de los unos para con los otros y hacer avanzar los asuntos del Reino de Dios. Este tipo de comunión es difícil que se lleve a cabo a la distancia o vía Internet.

Reflexión

[1] Reflexione sobre una situación en la que haya sido edificado o animado por otro creyente dentro de la comunidad cristiana. ¿Cómo le impactó esta experiencia y cómo influyó en su relación con Dios y con los demás?

[2] ¿Qué significa para usted animar y edificar a otros en la fe? ¿Cuáles son algunas maneras prácticas en las que puede poner en práctica este principio en su vida diaria?

[3] ¿Qué desafíos enfrenta al tratar de mantener una comunión fraternal sólida en su entorno cristiano? ¿Cómo puede superar estos desafíos y fomentar un ambiente de apoyo y edificación constante?

[4] ¿Cómo podemos como iglesia fomentar una cultura de comunión y cuidado mutuo? ¿Qué oportunidades podemos crear para que los miembros de la iglesia se sirvan y ayuden mutuamente? ¿Cómo podemos asegurarnos de que nuestra iglesia no solo sea un lugar de reunión, sino también un lugar donde se lleva a cabo la dinámica de los “unos para con los otros”?

Mis apuntes

La Poderosa Práctica de la Oración

La Poderosa Práctica de la Oración

En su primera carta a Timoteo, el apóstol Pablo nos da un mandato profundo y transformador que toda iglesia debe tomar en serio: comprometernos en oración por la salvación de todas las personas (1 Timoteo 2:1-8).

Liderazgo eclesial – guiar a la adoración

Liderazgo eclesial – guiar a la adoración

Entre todas las funciones que debe cumplir la iglesia del Nuevo Testamento, tales como la predicación, la enseñanza, la evangelización, la comunión entre los hermanos, el servicio a los necesitados, etc., no debemos olvidar que la verdadera adoración debe ocupar el lugar predominante en nuestra vida personal y en la vida de la iglesia.

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