Poder Activo
(Hch.4:29-31)
“Y ahora, oh Señor, escucha sus amenazas y danos a nosotros, tus siervos, mucho valor al predicar tu palabra. Extiende tu mano con poder sanador; que se hagan señales milagrosas y maravillas por medio del nombre de tu santo siervo Jesús. Después de esta oración, el lugar donde estaban reunidos tembló y todos fueron llenos del Espíritu Santo. Y predicaban con valentía la palabra de Dios” (Hch.4:29-31) NTV.

¿Cómo fue posible que Pedro, quien negó descaradamente a su maestro en otro momento, estuviera predicando el Evangelio a las multitudes —y tres mil personas fueron bautizadas (Hch.2)?
Por sanar a un lisiado (Hch.3) y por predicar acerca de Cristo en el templo, Pedro fue confrontado por los sacerdotes molestos que veían lo que estaba ocurriendo. Pedro y Juan, sin embargo, hombres comunes, identificados como hombres que habían estado con Jesús y ahora llenos del Espíritu Santo, no salieron corriendo frente a las amenazas recibidas (Hch.4).
Los creyentes, al oír las noticias de lo que estaba pasando con Pedro y Juan, se unieron en oración. Pero observemos con atención. La iglesia no se retiró, tampoco oró pidiendo a Dios que calle las amenazas y que les dé una vida más fácil. Ella más bien oró por valor para predicar y hacer avanzar la Misión de Dios; además, quiso ver el poder de Dios manifiesto para que muchos lleguen a conocer al Señor (Hch.4:23-31). ¿Cómo es posible que la iglesia y sus líderes, frente a semejantes situaciones, no salgan huyendo, más se mantengan firmes y sigan enfocados en la Misión de Dios?
Dios seguía confirmando la predicación de la Palabra por medio de sanidades, milagros y liberaciones. Sin embargo, no todos estaban felices con lo que ocurría. Por envidia, los sacerdotes encarcelaron a los discípulos. Sin embargo, pronto son liberados por Dios. Los discípulos no salieron corriendo ni le bajaron la intensidad a su ministerio, a pesar de las crecientes amenazas de muerte (Hch.5:12-42). ¿Qué era lo que sostenía a los discípulos y a la iglesia? ¿Qué la hacía tan valiente?
¿Y qué decir de la historia de Esteban (Hch.6:8-15 / Hch.7)? Falsamente acusado, arrestado, enfrentando un juicio injusto, amenazado de muerte —todo por predicar el Evangelio. Esteban no adaptó su predicación para que lo aceptaran y aplaudieran. Él confrontó con la verdad a los sacerdotes y líderes religiosos de aquel entonces. Y mientras lo estaban apedreando, pudo, con corazón limpio, clamar a Dios por sus agresores: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”. ¿De dónde sacó Esteban las fuerzas, el valor y la capacidad para perdonar?
Por predicar el Evangelio y liberar a una endemoniada en Filipo, los apóstoles Pablo y Silas fueron encarcelados (Hch.16:11-40). A medianoche, en momentos de gran dolor y necesidad, oraron y cantaron himnos a Dios. Dios intervino, las cadenas cayeron. Pobre carcelero, él vio el final de su carrera y quiso quitarse la vida. Pero los apóstoles no habían salido corriendo. Ellos más bien tomaron el tiempo para ayudarle al carcelero y guiarlo al Señor —toda su familia creyó en el Señor Jesucristo y fue bautizada. En medio de circunstancias oscuras no notamos rastro de desesperación, de depresión, de venganza, de renuncia, de afán, de queja. ¿De dónde sacaron estos hombres las fuerzas para seguir siendo luz en medio de tanta presión y maltrato injusto?
Todos los arriba mencionados y otros que aparecen en la historia del libro de Los Hechos (y en Hebreos, capítulo 11) marcaron la diferencia en momentos desafiantes, de amenazas, de necesidad, de oscuridad. Se mantuvieron fieles a Dios y sirvieron con amor al prójimo, aun a sus enemigos. ¿Cómo lo hicieron? Esto solo tiene una explicación: “Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes. Y serán mis testigos, …” (Hch.1:8) NTV.
El poder (‘dynamis’) es más que una explosión o un hecho aislado de la manifestación del poder, es más que sanidades y milagros, es más que un momento emocional o de euforia. El poder de Dios es una fuerza que nos capacita para vivir una vida que marca la diferencia, una vida caracterizada por el fruto del Espíritu Santo, una vida que es luz en medio de la oscuridad (Hch.1:8 / Gal.5:16-26 / Ef.5:8-20).
El ser testigos (‘martus’) es más que certificar aquello que ha visto o vivido. Ser testigo del poder de Dios es mostrar con su vida y acciones el valor y el efecto de la fe en Cristo. Es hacer el bien, aunque por ello tenga que sufrir (a veces sufrir la muerte) (1Pe.5:1 / Mt.5:10-12 / 1Pe.3:13-14). Es la capacidad de caminar una segunda milla (Mt.5:38-42). Es parar para ayudar al hombre atacado y dejado en el piso (Lc.10:25-37). Es perdonar al que me hirió porque he sido perdonado (Mt.18:15-35). Para todo esto y para mucho más, Dios nos empodera con Su Santo Espíritu. Definitivamente: Lo necesito.
Oración
“Pido en oración que, de sus gloriosos e inagotables recursos, los fortalezca con poder en el ser interior por medio de su Espíritu. Entonces Cristo habitará en el corazón de ustedes a medida que confíen en él. Echarán raíces profundas en el amor de Dios, y ellas los mantendrán fuertes” (Ef.3:16-17) NTV.
Reflexión
[1] ¿Cuál es la lección más importante que ha aprendido al estudiar este mensaje?
[2] ¿Cuál es el área en su vida que requiere ahora de trabajo, de cambios, de atención? Sea específico.
[3] ¿Qué pasos específicos va a dar para aplicar las lecciones aprendidas durante este mensaje? ¿Cuándo lo hará?
[4] Concluya sus reflexiones anotando una declaración de compromiso:
Mis apuntes
Desiertos – sus propósitos divinos (Dt.8:2-6)
Los desiertos, en un sentido espiritual, se refieren a períodos o situaciones difíciles y desafiantes que una persona puede enfrentar. Estos desiertos se pueden caracterizar por ser tiempos espiritualmente secos, faltos de visión y faltos de inspiración. ¿Cómo entenderlos?
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Un hombre sufriente escribe a sufrientes (2 cor. 1:3-11)Los sufrimientos siempre son un desafío. No importa si es una enfermedad, un accidente, una tragedia, la pérdida de un ser querido, un abuso, una tormenta, una época difícil o desértica o la misma muerte, siempre...
Juan el Bautista -líder al estilo de Jesús (Mt.3:1-17)
Uno de los grandes ejemplos bíblicos de liderazgo, y quien lideró al estilo de Jesús, es Juan el Bautista. De él se dice que fue el profeta más grande (Mt.11:11 / Lc.7:28). Su actitud frente a los logros y a la tentación a considerarse alguien grande delante de la gente nos enseña grandes lecciones para un liderazgo que marca la diferencia y que tiene la marca de un carácter de siervo.