Liderazgo Eclesial: guiar a la adoración
(Efesios 5:18-20, NBLA)
“Y no se embriaguen con vino, en lo cual hay disolución, sino sean llenos del Espíritu. Hablen entre ustedes con salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y alabando con su corazón al Señor. Den siempre gracias por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a Dios, el Padre.”
Entre todas las funciones que debe cumplir la iglesia del Nuevo Testamento, tales como la predicación, la enseñanza, la evangelización, la comunión entre los hermanos, el servicio a los necesitados, etc., no debemos olvidar que la verdadera adoración debe ocupar el lugar predominante en nuestra vida personal y en la vida de la iglesia. Es en el ambiente de la verdadera adoración al Dios Creador del cielo y la tierra donde nace la motivación correcta para predicar, evangelizar y cumplir cualquier ministerio (Hechos 13:1-3). En el ambiente de la adoración, somos llenos y nos mantenemos llenos del Espíritu Santo para vivir una vida que marca la diferencia (Efesios 5:18-20).
La iglesia es desafiada y guiada a adorar a Dios por líderes (o como sea que se nombren los diferentes ministerios en la iglesia) que se caracterizan por ser ellos mismos adoradores de Jesucristo.
Todo verdadero líder espiritual influyente es un adorador del Creador del cielo y de la tierra. Es adorador porque pone a Dios en primer lugar en su propia vida, obedeciendo los mandamientos de Jesucristo, sin importar las circunstancias ni las opiniones de las masas; además, es una persona que es identificada como alguien que ha estado con Jesús (Hechos 4:13-22) (vea Daniel (Daniel 3); y los ancianos de la iglesia de Antioquía en Hechos 13:1-3).
El líder adorador entiende que, a través de la verdadera adoración, se expone de manera especial a la influencia de Dios, siendo transformado a la imagen de Cristo. Luego, después de estar en la presencia de Dios, va al mundo e influye en él (2 Corintios 3:12-18; Hechos 4:13). Esta clase de actitud, de estilo de vida y de entrega a Dios, anima a otros a tomar también el camino correcto.
Los líderes de impacto siempre han sido adoradores entregados a Dios: Abel (Génesis 4:1-16), Noé (Génesis 8:20-21), el siervo de Abraham (Génesis 24:12-26, 48, 52), Josué (Josué 24:14-16, 23-28), Rut (Rut 1:16-17; 2:3), Abraham (Génesis 12:7-8; Génesis 13:4; Génesis 22), David (1 Crónicas 16:4, 37-43), los ancianos de la iglesia en Antioquía (Hechos 13:1-3), Pablo y Silas (Hechos 16:25).
La iglesia está llamada a ofrecer sacrificios espirituales aceptables al Señor, a adorar a Dios en espíritu y en verdad (1 Pedro 2:5; Juan 4:22-24). Esta adoración se expresa en el diario vivir a través de oraciones y alabanzas (Salmo 141:1-2; Apocalipsis 8:2-4; Hebreos 13:15), a través de una vida vivida en santidad y para Dios (Romanos 12:1-2; Efesios 5:2; Romanos 6:13; 1 Corintios 6:13-20), a través de la generosidad (Filipenses 4:18; Proverbios 3:9; 2 Corintios 9:12), y haciendo el bien, sirviendo al prójimo (Hebreos 13:16; Mateo 25:31+; 2 Corintios 8:8-9; Hebreos 13:1-2; Lucas 6:35-36; Gálatas 6:10; 1 Juan 3:17-18).
El pastor y todo líder en la iglesia debe desafiar y guiar a la gente a alabar, adorar y poner a Dios en primer lugar en su vida diaria. Las personas deben aprender a vivir en la presencia de Dios y a adorarle en espíritu y en verdad. La verdadera vida de adoración se vive cuando Dios es el centro de nuestro pensar y caminar diario.
“Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:23-24, LBLA).
El Padre busca a quienes lo adoren en espíritu y en verdad. En tiempos antiguos, el lugar de adoración era importante. Cristo cambió ese aspecto; ahora los templos y altares físicos carecen de significado e importancia. Ahora el ser humano puede y debe adorar a Dios desde cualquier lugar del mundo y en cualquier momento. La verdadera adoración es un asunto del corazón y de un estilo de vida que agrada a Dios. Dios está presente en todo lugar (Mateo 28:18-20). La verdadera adoración ocurre a través de los sacrificios espirituales mencionados antes. Debe darse en todo lugar, a toda hora y de la manera que le agrade al Señor (Isaías 1:10-15; 66:1-2; 29:13; Filipenses 3:3; Josué 24:14; 1 Crónicas 29:17; Salmo 51:6; Proverbios 15:8).
“¿Quién no te temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Pues sólo tú eres santo. Todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti, porque tus obras de justicia han sido reveladas” (Apocalipsis 15:4, NTV).
Reflexión
[1] ¿Cómo podemos integrar la adoración a Dios en nuestra vida diaria, más allá del tiempo que pasamos en la iglesia? ¿Cómo podemos hacer de la adoración un estilo de vida y no solo un evento dominical?
[2] ¿Qué implica ser un líder que adora a Dios en espíritu y en verdad, y cómo podemos influir en los demás desde esa posición?
[3] ¿De qué manera el ambiente de adoración fortalece nuestra vida espiritual y nos capacita para cumplir con las otras responsabilidades ministeriales como predicar, enseñar o servir? ¿Cómo influye la verdadera adoración en nuestras motivaciones y en el ejercicio de nuestro llamado?
[4] ¿Cómo podemos animar y guiar a otros, ya sea en la iglesia o en nuestro círculo de influencia, a poner a Dios en primer lugar y a vivir en adoración constante? ¿Qué estrategias prácticas nos pueden ayudar a guiar a otros hacia una vida de adoración genuina y continua?
Mis apuntes
La Oración y la Autoridad de los Hombres en la Biblia
“Por tanto, quiero que en todo lugar los hombres oren levantando manos santas, sin ira ni discusiones” (1 Timoteo 2:8, NBLA)
La Poderosa Práctica de la Oración
En su primera carta a Timoteo, el apóstol Pablo nos da un mandato profundo y transformador que toda iglesia debe tomar en serio: comprometernos en oración por la salvación de todas las personas (1 Timoteo 2:1-8).
Liderazgo eclesial – Embajadores
La labor del liderazgo pastoral, según el apóstol Pedro, debe caracterizarse por la humildad, el servicio voluntario y el sincero deseo de cuidar y guiar al rebaño de Dios. Los pastores deben seguir el ejemplo de Jesús, el Buen Pastor, protegiendo y fortaleciendo a las ovejas, y liderando con integridad y amor.