Fueron a toda prisa
(Lc.2:16)
La Historia del nacimiento de Jesús en la Biblia nos relata cómo unos pastores, que se encontraban cerca del lugar donde Jesús había nacido, tuvieron un encuentro con un ángel, que les anunció que el Salvador, el Mesías, había nacido en Belén, en la ciudad de David (Lc.2): “Y un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: <<No teman, porque les traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; porque les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: hallarán a un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre>>” (Lc.2:9-12) NBLA.
Los pastores entendieron que el anuncio venía de Dios y que algo importante había ocurrido. A este mensaje los pastores respondieron con entusiasmo, decidieron ir al lugar de los hechos y allí encontraron a Jesús, así, cómo se les había avisado. Lo que me causa curiosidad es lo que nos dice Lc.2:16: ‘Fueron de prisa a la aldea…’.
Esta fue la misma reacción de María, después de haber escuchado que iba a dar a luz un hijo, al cual debía llamar Jesús, el Hijo del Altísimo. María escuchó, además, que una de sus parientes, en edad avanzada y, que por toda la vida había sido estéril, ahora estaba embarazada (Lc.1). Poco después, ella va de prisa a la zona montañosa de Judea a visitar a Elizabeth, su pariente. “En esos días María se levantó y fue apresuradamente a la región montañosa, a una ciudad de Judá; …” (Lc.1:39) NBLA.
En ambos casos notamos que ‘fueron de prisa’ a los lugares donde Dios estaba haciendo historia. ¿Cómo respondemos nosotros cuándo Dios nos habla o cuando quiere hacer algo en nuestra vida?
¿Vamos de prisa a dónde las cosas de Dios son el centro? ¿Cuáles son las cosas que nos distraen o que nos desvían de aquellos asuntos que de verdad son trascendentales? Vivimos en tiempos de muchas carreras, de muchas exigencias, de un sinnúmero de compromisos, pero, ¿a dónde nos lleva esa carrera?
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- Cuando María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro de Jesús y, después de que escucharon y notaron que Jesús había resucitado, “salieron del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las buenas nuevas a sus discípulos” (Mt.28:8) (NTV).
- La mujer samaritana, que tuvo un encuentro especial con Jesús y, que parece haber entendido que Jesús es el Mesías, no pierde ningún instante, sale corriendo, regresa a la aldea, para decirle a su gente lo que había experimentado y para anunciar a aquel quién fue el que cambió su vida: “La mujer dejó su cántaro junto al pozo y volvió corriendo a la aldea mientras les decía a todos: ‘¡Vengan a ver a un hombre que me dijo todo lo que he hecho en mi vida! ¿No será éste el Mesías?” (Jn.4:28-29) (NTV).
- Zaqueo respondió al llamado de Dios bajando rápidamente del árbol y, “lleno de entusiasmo y alegría, llevó a Jesús a su casa” (Lc.19:1-10).
¿A dónde vamos nosotros de prisa? En estos tiempos que vivimos hay mucha prisa para muchas cosas, pero ¿estamos corriendo hacia lo que de verdad vale la pena? ¿Corremos para tener un encuentro con Dios? Dios nos ayude a enfocarnos en lo trascendental. De prisa.
“Por lo tanto, ya que estamos rodeados por una enorme multitud de testigos de la vida de fe, quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante” (Hebr.12:1) NTV.
¿Qué nos impide correr?
“A todo el que oye la palabra del reino y no la entiende, el maligno viene y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es aquél en quien se sembró la semilla junto al camino. «Y aquél en quien se sembró la semilla en pedregales, éste es el que oye la palabra y enseguida la recibe con gozo; pero no tiene raíz profunda en sí mismo, sino que sólo es temporal, y cuando por causa de la palabra viene la aflicción o la persecución, enseguida se aparta de ella. «Y aquél en quien se sembró la semilla entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero las preocupaciones del mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se queda sin fruto. «Pero aquél en quien se sembró la semilla en tierra buena, éste es el que oye la palabra y la entiende; éste sí da fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta y otro a treinta por uno” (Mt.13:19-23) NBLA.
Reflexión
[1] ¿Cuál es la lección más importante que ha aprendido al estudiar este mensaje?
[2] ¿Cuál es el área en su vida que requiere ahora de trabajo, de cambios, de atención? Sea específico.
[3] ¿Qué pasos específicos va a dar para aplicar las lecciones aprendidas durante este mensaje? ¿Cuándo lo hará?
[4] Concluya sus reflexiones anotando una declaración de compromiso:
[5] ¿Cómo puede orar o dar gracias a Dios considerando las lecciones que aprendió?
Mis apuntes
La Oración y la Autoridad de los Hombres en la Biblia
“Por tanto, quiero que en todo lugar los hombres oren levantando manos santas, sin ira ni discusiones” (1 Timoteo 2:8, NBLA)
La Poderosa Práctica de la Oración
En su primera carta a Timoteo, el apóstol Pablo nos da un mandato profundo y transformador que toda iglesia debe tomar en serio: comprometernos en oración por la salvación de todas las personas (1 Timoteo 2:1-8).
Liderazgo eclesial – guiar a la adoración
Entre todas las funciones que debe cumplir la iglesia del Nuevo Testamento, tales como la predicación, la enseñanza, la evangelización, la comunión entre los hermanos, el servicio a los necesitados, etc., no debemos olvidar que la verdadera adoración debe ocupar el lugar predominante en nuestra vida personal y en la vida de la iglesia.