El Leproso

(Mt. 8:1-4)

El encuentro con Jesús que cambió la vida de un leproso – esta historia ocurre inmediatamente después de las enseñanzas del Sermón del Monte. La gente quedó asombrada por la autoridad con la que Jesús enseñaba. Leemos: “Cuando Jesús terminó de decir esas cosas, las multitudes quedaron asombradas de su enseñanza, porque lo hacía con verdadera autoridad, algo completamente diferente de lo que hacían los maestros de la ley religiosa” (Mt.7:28-29) NTV. Al bajar de aquel monte grandes multitudes lo seguían y de repente se le acerca un leproso. (Mt.8:1-4).

Si no fuera por Jesús, el leproso tendría los días contados (Mt.8:1-4 / Mr.1:40-45 / Lc.5:12). Con una lepra avanzada este hombre vivía aislado, no tenía un futuro prometedor, estaba enfrentando una muerte lenta y muy dolorosa. Lo terrible, la gente ya lo consideraba prácticamente muerto. El leproso tenía que vivir distanciado de la sociedad aguantando una soledad horrible e insoportable (Lv.13:46). Nadie lo quería tener cerca. Frecuentemente le tiraban piedras para que permaneciera suficientemente lejos y no infectara o contaminara a los sanos. 

Lepra – una enfermedad que separaba brutalmente a una persona de sus semejantes. Es difícil comprender lo que todo esto hacía en su mente, sentimientos y emociones. La esperanza de ser sanado era mínima.

No conocemos el trasfondo de la enfermedad. ¿Fue un simple descuido y entonces se contagió? ¿O fue un pecado que llevó a esta enfermedad, como en el caso de Giezi o Uzías? – (2Re.5:1,27 / 2Cron.26:19-20). Como sea, la necesidad existía, era seria y la desesperación grande.

Pero aguarde un momento – el leproso se acerca a Jesús. ¿Atrevido? ¿Está desafiando las reglas sociales? ¿Y qué de la ley? ¿O será que entiende que ésta es su oportunidad para ver un cambio? El leproso ve en Jesús el rayo de luz que le da esperanza. ¿Pero querrá Jesús sanarlo? ¿Será que Jesús lo rechazará como lo hace el resto del mundo? 

Sabemos  que cuando Jesús aparece nadie se debe sentir imperdonable ni incurable ni rechazado. Jesús llama: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso” (Mt.11:28) NVI.

El leproso ora: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. Este hombre no demanda de Jesús la sanidad. El sabe que a Jesús no se le ordena. Una sumisión humilde y expectante a su soberana voluntad, y la confianza en Su Gracia, es la actitud correcta para acercarse a Jesús. Pero hay algo más. El hombre se postra ante Jesús – él comprende de alguna manera que Jesús no es cualquier persona; Jesús merece adoración, a él hay que rendirle tributo y por eso se postra delante de él (Mt.2:1-12) (gr.: proskynein). 

Todos los tres Evangelios revelan algo de la intensidad y actitud de este hombre por tratar de acercarse a Jesús: Mateo nos dice que él se postró (‘proskuneo’ – adoró) (Mt.8:2), Marcos dice que él le suplicó cayendo de rodillas (Mr.1:40), Lucas dice que el leproso cayó rostro en tierra (Lc.5:12). 

El leproso entiende que si Jesús, el Hijo de Dios, no le ayuda, nadie lo hará. Él cree en el poder de Dios obrando a través de Jesús. “Puedes limpiarme” es más que sanidad física, es purificar y limpiar de toda mancha y de toda contaminación por el pecado, es restauración completa. La obra de Jesús siempre va más allá de lo visible y el ahora.

La ley decía que nadie se le podía acercar a un leproso. Todos debían mantenerse alejados – por lo menos dos metros. El contacto significaba exponerse a una contaminación seria y a las consecuencias respectivas. ¿Pero quién puede parar a Jesús cuando éste entiende lo que el Padre quiere hacer? Jesús no hacía nada por su propia cuenta; solo lo que veía hacer al Padre el Hijo lo hacía igualmente. Así como el Padre levanta a los muertos y les da vida, asimismo el Hijo da vida a los que Él quiere (Jn.5:19-21). 

Vemos a Jesús extendiendo su mano, y tocando a este hombre le dice las más maravillosas y esperanzadoras palabras que alguien puede escuchar: “Quiero; sé limpio”. Jesús toca al intocable, perdona al imperdonable, sana a quien ningún otro puede sanar, aprecia al despreciado, ama al difícil de amar ( Mt.9:35-38 / Mt.14:14 / Mt.15:32 / Mr.2:17 / Mr.6:34 / Sal.103:13 / Is.63:9). Y allí donde Jesús pone la mano la muerte tiene que huir y la vida surge con poder (Hch.10:38). 

¿Quién es Jesús? 

[a] Movido por compasión se preocupa por la persona en necesidad, aun por el más impuro. 

[b] Jesús posee todo el poder de Dios para sanar física-, espiritual-, emocional- y mentalmente a la gente, aun a los más desesperanzados. 

[c] También vemos a un Jesús sabio – él envía al hombre sanado a ver al sacerdote quien iba a certificar la sanidad – este era el proceso que se requería para volver a la sociedad, y más aun, poder volver al templo a adorar.

oremos

PADRE CELESTIAL, qué terrible es cuando nos distanciamos de aquellos que Tú quieres tocar. Perdóname por no entender siempre Tu corazón y por la insensibilidad a la necesidad de aquellos que andan por un valle oscuro en su vida. Ayúdame a ser sensible a la necesidad del otro. Deseo escuchar Tu voz con claridad, entender las maneras y los momentos cuando deseas que yo sea Tu mano extendida para amar, consolar, sanar, restaurar.

Reflexión

[1] ¿Cuál es la lección más importante que ha aprendido al estudiar este mensaje?

 [2] ¿Cuál es el área en su vida que requiere ahora de trabajo, de cambios, de atención? Sea específico.

 [3] ¿Qué pasos específicos va a dar para aplicar las lecciones aprendidas durante este mensaje? ¿Cuándo lo hará?

 [4] Concluya sus reflexiones anotando una declaración de compromiso:

 [5] ¿Cómo puede orar la iglesia (el grupo) por usted considerando las lecciones que aprendió?

Mis apuntes

La Poderosa Práctica de la Oración

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En su primera carta a Timoteo, el apóstol Pablo nos da un mandato profundo y transformador que toda iglesia debe tomar en serio: comprometernos en oración por la salvación de todas las personas (1 Timoteo 2:1-8).

Liderazgo eclesial – guiar a la adoración

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Entre todas las funciones que debe cumplir la iglesia del Nuevo Testamento, tales como la predicación, la enseñanza, la evangelización, la comunión entre los hermanos, el servicio a los necesitados, etc., no debemos olvidar que la verdadera adoración debe ocupar el lugar predominante en nuestra vida personal y en la vida de la iglesia.

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