La suegra sanada le servía

(Mt.8:14-17)

“Cuando Jesús llegó a casa de Pedro, vio a la suegra de este que estaba en cama con fiebre. Le tocó la mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó y le servía. Y al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; y expulsó a los espíritus con Su palabra, y sanó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que fue dicho por medio del profeta Isaías cuando dijo: «Él tomó nuestras flaquezas y llevó nuestras enfermedades»” (Mt.8:14-17) NBLA.
VEA TAMBIÉN Mr.1:29-34.

Era el día de descanso (Mr.1:21). Jesús había visitado la sinagoga en Capernaúm. Allí había estado enseñando y allí liberó a un endemoniado. La gente admiraba Su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas (Mr.1:21-28). Saliendo de la sinagoga se dirige a la casa de Pedro. Allí le comentan que la suegra de Pedro tiene fiebre. No se nos dice que tipo de fiebre tenía, pero para Jesús eso no es un problema. Jesús tocó la mano de la mujer (no era correcto que un rabí tocara a una mujer que no fuera su esposa; además tocar a una persona con fiebre iba contra la ley), y la fiebre desaparece inmediatamente.

Lo que me llama la atención es la actitud de la suegra de Pedro. Tan pronto como había sido sanada se levanta y comienza a servir (gr. “diakoneo”: ser siervo; asistir; ministrar; del ministerio de los creyentes en diversas formas, unos a otros – 1Pe.4:10-11). Ella es una bendecida que bendice a otros.

¿Cómo respondemos nosotros a las bendiciones de Dios? ¿Solo buscamos a Dios para recibir y seguir nuestro camino? ¿O al recibir de Dios respondemos alabándolo y sirviéndole a Él y al prójimo? La bondad de Dios me debe llevar a vivir una vida que le honra y que marca la diferencia
(Rom.2:4 / Lc.19:5-8).

Abram recibió una promesa de parte de Dios: “… te bendeciré y te haré famoso y serás una bendición para otros. … Todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti” (Gn.12:2-3) NTV. José fue un hombre bendecido que bendijo la casa del egipcio (Gn.39:5). Diez leprosos fueron curados y solo uno regresó a dar gracias. Este era un samaritano. Jesús se maravilló que de diez sanados solo uno haya regresado para darle la gloria a Dios. 

¿Dónde están los otros nueve? Esa es una buena pregunta. Que Dios no nos encuentre en el lugar equivocado (Lc.17:11-19). Nosotros somos gente bendecida por medio de Cristo para ser santos y sin mancha delante de Él, en amor; y para alabanza de la gloria de Su gracia (Ef.1:3-14).

El apóstol Pablo nos enseña que la gracia de Dios, la cual trae salvación, nos instruye a que nos apartemos de la vida mundana y de los placeres pecaminosos … nos limpió para hacernos su pueblo, totalmente comprometido a hacer buenas obras (Tit.2:11-14) NTV. Sus bendiciones motivan y exigen una respuesta correcta a Dios y al mundo.

La historia nos deja una lección: es muy fácil olvidar lo que Dios ha hecho en nuestras vidas y seguir nuestros propios caminos sin reconocer a Dios quien nos bendice (Sal.106:7,13,21 / Dt.8:2-14). Hay quienes conocen a Dios y todo lo que Él nos da, y sin embargo, no le dan gracias, y siguen por el camino equivocado atendiendo ideas necias (Rom.1:21 / Dt.32:3-7). Ezequías no respondió adecuadamente a todo lo que el Señor hizo por él, se volvió orgulloso, y el Señor vino contra él (2Cron.32:25). El peligro existe.

Es por eso que el salmista se anima a sí mismo y dice: “Que todo lo que soy alabe al SEÑOR; que nunca olvide todas las cosas buenas que hace por mí” (Sal.103:2) NTV. Nos conviene mucho considerar la pregunta que el salmista hizo en el Sal.116:12: “¿Qué puedo ofrecerle al SEÑOR por todo lo que ha hecho a mi favor?” (NTV). Y de verdad que Él ha hecho y sigue haciendo tanto que es difícil de contabilizar.

oremos

Padre en el cielo, necesito ojos que ven y reconocen todas las cosas buenas que haces por mí. Oh, que yo Te responda rápidamente, a Ti el Altísimo, con alabanzas, agradecimiento y adoración, con compromiso, obediencia, fidelidad y servicio humilde. Que me conozcan como un bendecido que bendice (Sal.116:12-19). Quiero seguir el ejemplo de la suegra de Pedro que hoy me desafía.

 

Que todo lo que soy Te alabe a Ti mi SEÑOR; con todo el corazón alabaré Tu santo nombre. Que todo lo que soy Te alabe SEÑOR; que nunca olvide todas las cosas buenas que haces por mí. Tú perdonas todos mis pecados y sanas todas mis  enfermedades. Me redimes de la muerte y me coronas de amor y tiernas misericordias. Colmas mi vida de cosas buenas; ¡mi juventud se renueva como la del águila! ¡Que todo lo que soy alabe al SEÑOR! (Sal.103:1-5).

Reflexión

[1] ¿Cuál es la lección más importante que ha aprendido al estudiar este mensaje?

 [2] ¿Cuál es el área en su vida que requiere ahora de trabajo, de cambios, de atención? Sea específico.

 [3] ¿Qué pasos específicos va a dar para aplicar las lecciones aprendidas durante este mensaje? ¿Cuándo lo hará?

 [4] Concluya sus reflexiones anotando una declaración de compromiso:

 [5] ¿Cómo puede orar la iglesia (el grupo) por usted considerando las lecciones que aprendió?

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